Primer capitulo WOO-HOO me emocione jeje Bueno ojala ojala es dios quiera, no lo sabia les guste leer este capitulo tanto como me ha gustado corregirlo y agregarle algunas cuantas cosillas. Solo debo decirles que ahora las cosas entre Sebastian y Quimera van a ir con mas calma y todo va a ser mas creible.
Les dejo el primer capitulo y si comentan tambien les dejo un pastel de chocolate mentira
Besos <3
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estas son las siete tazas, un lugar muy importante para esta historia. |
Abro los ojos justo en el momento en que podía observar a
mis padres morir por enésima vez. Otra vez esta horrible pesadilla, como cada día
desde los cinco años. Observo los primeros rayos del sol colarse por mi ventana
y pienso que a pesar de todo hoy puede ser un gran día. Puede que mi querido
Chile ya no sea el mismo de hace veinte años. Con los maravillosos paisajes que
cada persona podía visitar a gusto. Las fabulosas etnias y leyendas fantásticas.
Puede que hace veinte años haya surgido el problema entre la gente del sur y
del norte. Que mi país se haya dividido en dos bandos, cada uno con su líder,
cinco años antes de mi nacimiento. Puede que mis padres hayan sido capturados y
seguramente ejecutados por el bando del norte cuando yo tenía cinco años y
desde entonces yo soy el símbolo. Pero eso no significa que las cosas no puedan
mejorar. Tal vez el líder del bando del norte, un chico de dieciséis años, y yo
podamos cambiar el estado de nuestro país y solucionar los problemas.
Me levanto con una sonrisa en los labios y me dirijo al
baño. Me doy una rápida ducha con agua fría. Busco en mi desordenado armario
hasta dar con una sudadera amarilla. Shorts blancos y zapatillas del mismo
color de la sudadera. Dejo mi cabello suelto y me observo en el gran espejo de
pared de mi habitación. Soy una chica de quince años pequeña y delgada.
Pelirroja con ojos celestes y piel bastante pálida. Bastantes personas me dicen
que soy bonita, pero eso no me interesa. A veces pienso que soy una total inútil.
Hace unos meses me permitieron liderar mi primer combate, a pesar de que mi
bando resultó vencedor nunca me he perdonado perder a diez de nuestros
soldados. Al volver me llenaron de felicitaciones, incluso intentaban animarme
diciendo que diez personas son pocas en el enorme combate que desarrollamos.
Aun así la culpa me invadía. En esos momentos las únicas personas que no me
animaban ni me felicitaban eran Elena y Sofía, mis mejores amigas. Ellas me entendían
y aunque en la batalla perdimos a la hermana mayor de Elena ella nunca me ha
culpado por lo sucedido.
Salgo de mi habitación y me encamino al comedor para
desayunar con mis amigos pero en el camino me topo con un par de guardias. Me
comentan que han capturado a dos espías del bando del norte y que debo decidir qué
hacer con ellos. Me conducen hasta la habitación en la que los tienen y me
dejan sola para que pueda juzgarlos a gusto. En cuanto observo a las dos
personas me invade una gran compasión. Una mujer como de treinta años y una
niñita, que por sus rasgos debe ser su hija. Puedo ver el miedo reflejado en
los rostros de ambas y decido que tengo que ayudarlas. Saco un par de mochilas
llenas de provisiones de un gran armario. Le entrego una mochila a cada una y
me acerco a la mujer.
—Escuche, en cada mochila hay suficiente comida como para
sobrevivir una semana. Las voy a llevar a ambas a un sendero por el que podrán
huir fácilmente. Solo necesito que confíen en mí.
—Muchas gracias señorita.
—No hay nada que agradecer, ahora síganme.
Saco un manojo de llaves de mi bolsillo, escojo la más
pequeña y abro una puerta que da al bosque desde esta habitación. Salgo la
primera y les hago señas a las dos espías del norte para que me sigan. Las tres
avanzamos por la cordillera, caminando entre grandes árboles. Pasamos cerca de
un rio que suelo frecuentar y llegamos hasta el sendero. Les indico el camino que deben seguir para
llegar a salvo hasta la carretera, donde las esperan algunas personas de su
bando. Les deseo suerte y me despido de ellas. La mujer se me acerca y me
entrega un rosario.
—Que Dios te bendiga.
—Se lo agradezco señora. Espero que lleguen a salvo con su
gente.
A pesar de no conocer a ninguna de las dos le doy un abrazo
a cada una y le revuelvo el pelo a la niña. Observo como ambas se alejan y me
encamino al gran edificio donde vivimos las personas más importantes de mi
bando. Cuando estoy a punto de entrar me encuentro con Renato, mi guardaespaldas
y casi hermano. Me observa con cara de reproche mientras que intento desviar su
atención de lo que acaba de suceder.
— ¿Cómo estas Renato? ¿Te molestaría acompañarme a las siete
tazas el fin de semana?
— ¿Por qué las dejaste marchar?
— ¿A quiénes?
—No te hagas la idiota, Quimera ¡A las dos espías del bando
del norte!
—Porque una de esas “espías” como tu las llamas tenía diez
años y era hija de la otra ¡Y no voy a dejar que a nadie le pase lo mismo que a
mí con mis padres!
Renato está a punto de contestarme cuando me adentro en el
edificio, dejándolo con la palabra en la boca. Aún faltan algunas horas para el
almuerzo así que decido ir al gimnasio subterráneo a entrenar con las pistolas.
Mi puntería no es mala, sin embargo no soy de las mejores, soy mucho mejor en
el combate directo. Recojo mi cabello en una coleta de lado, dejando unos
mechones sueltos al frente. Me pongo una camiseta de tirantes con unos
pantalones holgados y zapatillas de caña alta, todo de color verde. El uniforme
de entrenamiento. Escojo una pequeña pero potente pistola, recargo y comienzo a
disparar. Me paso horas entrenando y de un total de sesenta blancos fallo
cinco. Debería pasar algo más de tiempo entrenando pero intento mantener una
vida relativamente normal. Leo bastantes libros, la mayoría de fantasía. Pinto
algunos cuadros. Cuido las plantas de un invernadero y toco melodías en mi gran
piano de cola blanco. Amo la música pero apenas se unas cuantas canciones
simples o invento algunas en mi piano. Trato de cantar lo menos posible ya que,
según yo, no tengo el talento de mi madre. Ella se pasaba todo el día cantando
y cuidando las hermosas plantas en el mismo invernadero que yo mientras que me escabullía
para observarla. Mi padre pasaba gran parte del día entrenando y el resto
estaba con mi madre o leía libros. Casi todo en mi es heredado de mis padres. Aunque
yo misma me aventuré en el mundo de la pintura. Amo llenar un oleo con
distintos colores y dejarme llevar por mi imaginación o los recuerdos de
personas o recuerdos. La forma en que el mundo y sus problemas parecen
desaparecer cuando pinto me hace sentir una inmensa alegría. Me alejo de lo
negativo y me interno en un lugar sin ningún problema creado por mi imaginación.
Holaa!! Te pasate por mi blog hace unas semanas y te dije que me pasaría pero no he podido hasta ahora ME HA ENCANTADO tu capítulo y ahora mismo te voy a afiliar :) Besooos :)))
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